domingo, 3 de mayo de 2009

Punto cero




Yo loca en la no palabra, en la acritud del llanto mordido, navego futuros que agonizan en presentes, danzo sobre segundos equívocos que dibujo en relojes inexistentes.
Tú me arrojaste a estas sombras baldías, a extraviarme en debilidades mórbidas, a pesar de que aún sostenía lirios blancos en mis manos y el creer era un mar infinito embebiendo mi horizonte
Tú, omnipotente Señor de Señores, voz bravía, dictatorial discurso, opresor de sollozos.
Tú, siempre tú, oponiéndote a mis pequeños pasos.
Tú, todopoderoso efímero y débil, cimentado en tótems ego-clásicos, ego-tácitos, ego- fieros, ego-autócratas, ego, ego, ego…
Tú ya no extingues mi horizonte, tu voz es lejana, escapé de tu patria, no izaré tu bandera.
Me tomé el café endulzado de hechizos, sobre manteles ilusos y mesas torcidas. Lo bebí sorbo a sorbo sin saber del veneno en su oscuro sedimento.
Hoy lloré, laceré las pupilas con navajas de historia hasta vaciar el vientre donde yace el pecado.
Hoy lloré por mí, por primera vez por mí, por segunda, por tercera..
Lloré precisando saborear esta debilidad que me hace viva. Los fuertes, los bizarros, los guerreros idealistas mueren siempre en el primer frente. Desde esa muerte, mis palabras resucitan para incendiar los escombros y borrar toda huella de mi nombre.
Entre las sombras acechan paraísos endemoniados, demonios endiosados, dioses derrumbados, gritos lejanos nombrándome y yo sorda, muda, ciega en mis soledades.

Pilar, Pilar... ya no me llamo, no me busco, no quiero volver a encontrarme.

Quizás me quedé suspendida en el umbral de un viaje donde no alcancé a despedirme de la vida.