martes, 16 de septiembre de 2008

Llueve, hijo mío..



Llueve, hijo mío..

las paredes muerden tu ausencia

y un silencio gris destila lágrimas

en la entraña deslucida de esta vieja casa.


Crepita en las rendijas del tiempo

una voz demandando tu regreso

y mi boca es lamento que injuria el vacío de las horas.


Llueve y el viento escapa de mi sombra

por temor al invierno que aumenta

la orfandad de mi vientre lacerado.


Llueve, hijo mío

y la lluvia carcome la tierra de mis manos

intentando liberar las caricias postergadas.



El amanecer burla mi ventana

y sólo la noche es capaz de albergar la tristeza

de una muerte que aún asecha los pechos

y la carne.



Llueve, hijo mío..

siempre llueve.