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Me despido de ti, amigo mío,
es mi latido soplo que se apaga;
perdí la fe en la vida y ya no hay soles
que abriguen el temblor de mis mañanas.
Mi andar es agonía en el camino,
destierran los guijarros a mi marcha
y el polvo es una tumba que encarcela
los pasos de la senda ya surcada.
No llores, pues el pacto se ha cumplido,
en ti perdurará nuestra esperanza,
aún subsiste el sueño que forjamos
cuando éramos futuro, verso y alas.
Te quedas, yo me marcho, esta partida
no admite a un jugador pedir revancha;
la vida es una sola y se precisa
amor, razón y fe en nuestra baraja.
Te digo adiós, sin miedo a que un ocaso
se lleve nuestra siembra de palabras,
florecerán un día no lejano
en surcos que requieren de tus aguas.
Es nuestra despedida, amigo mío,
ya es tarde, oscurece, ve, descansa,
preciso soledad, silencio y temple
para asumir que muero antes del alba.